Querida amiga:
Hace un par de años, mi ex eligió la mañana de un seis de enero, día de Reyes, para romper conmigo.
Ese día despertamos en su casa, e insistió en bajar a por el desayuno. ¿Roscón o churros? Naturalmente dije que roscón, qué otra cosa iba a ser un seis de enero. Por eso, cuando soltó la bomba, yo no podía evitar mortificarme con la idea de que, aunque los churros no habrían impedido la tragedia, por lo menos no estaría siendo boicoteada por un bollo salpicado con trocitos de fruta fluorescente.
Horas después, una masa enfurecida liderada por un treintañero con gorro de búfalo y tatuajes de Thor irrumpió en el Capitolio de EEUU con vibes de Braveheart para hacer lo mismo que hacen los turistas de lunes a sábado de 8:30 a 16:30: echarse selfies por los pasillos simulando que son congresistas. Para colmo, al día siguiente llegó Filomena, y me quedé sin compañera de piso.
Con roscón o sin él, una ruptura nunca es plato de buen gusto. Que se lo digan a Risto, que suelta bilis hasta en las uvas, o a Tamara Falcó, que por no tener que superarlo ha terminado volviendo (amiga, ¿quién no ha sido Tamara alguna vez?).
En mi caso, he de reconocer que fue un plato particularmente indigesto, pero también me di cuenta de que, en cierto modo, tenía su gracia (en cierto modo, todo tiene su gracia). Eso, y que solo al tocar fondo logras descifrar aquella máxima de Rajoy (cuanto peor, mejor para todos). I feel you, Mariano.
Gracias a mi ex y al roscón he aprendido que es preferible no comerse un rosco que hacerlo cuando no toca. Lo siento por Píramo y Tisbe, Romeo y Julieta y Anna Karenina; en 2023, nadie muere por amor, y menos mal.
Pero vamos a lo importante, que me enrollo. Yo te escribía para avisarte de que he vuelto, que el viernes que viene te enviaré el desenlace de mi historia con O., y que a partir de ahora recibirás esta newsletter cada dos semanas. ¿Por qué? Porque me da la gana (y porque de amor no, pero de fracasar por encima de mis posibilidades sí podría palmarla).
Y todavía más importante: a partir de ahora, informe Tinder pasa a llamarse Too match. Nada cambia, solo el nombre (y que gracias a eso me ahorro el filete que Tinder podría enviarme por sisar una marca registrada). Esa es la historia corta. Ojalá en un tiempo pueda contarte más novedades.
Ya está. Feliz año y próspero perreo nuevo, amiga (y cuidado con la fruta escarchada).