Querida amiga:
Ante un qué tal, una tiene dos opciones: puede decir bien o puede decir la verdad. Durante varios meses, la verdad era que estaba mal y todo el mundo lo entendía. Es lo normal después de una ruptura. Pero tampoco hay que abusar. La paciencia tiene un límite y el malestar ajeno sostenido en el tiempo provoca pena, preocupación, frustración y hartazgo, en ese orden. El fenómeno se llama fatiga por compasión y explica entre otras cosas que la peña que curra en la UCI parezcan replicantes de Blade Runner (amiga, hay que entenderles: la antesala de tu muerte es su coffee corner).
Todo el mundo espera que rehagas tu vida y eso pasa, como mínimo, por cambiar de respuesta. Como no quería mentir, opté por una alternativa infalible. La combinación perfecta de humor y drama, realidad e hipérbole. Si me preguntaban qué tal, yo respondía: “sigo loquita de la cabeza”.
La acogida fue inmensa. Nadie quiere ser testigo vitalicio de tu amargura, pero una loquita genera ternura, la gente ladea la cabeza y sonríe con indulgencia. Ay, pobre loquita, parecen decir. Si todas las desgracias del individuo caben en un bien, yo había logrado condensar las mías en una respuesta sincera. Hasta que un buen día, hace algunas semanas, noté algo mirándome desde dentro, la presencia de una emoción distinta asomando tímida: estaba ilusionada, y eso era un problema.
La primera en darse cuenta fue I., que interrumpió la conversación durante una comida para llamar la atención sobre el hecho relevante: estás radiante, dijo arqueando las cejas, y abrió mucho los ojos hacia V. en busca de cómplice, de manera que V. no tuvo más remedio que asentir con vehemencia. Puede que aquella ilusión saludándome desde dentro fuera todavía incipiente, pero el contraste de su aparición en medio del desastre había bastado para llevarse todo el protagonismo y desplegar ahora sus encantos en mi cara. Me recordó a la escena de Fleabag donde Phoebe Waller-Bridge trata de esconder que tiene el guapo subido en el funeral de su madre.
Porque la realidad es que no debería estar ilusionada por otra persona. No, mientras siguiera echando de menos a mi ex.