¿En qué se parecen buscar pareja y piso?
Vivir solas, las amigas y la soberanía de elegir son los tres grandes hits de la modernidad.
Querida amiga:
Las amigas, como las enfermedades venéreas, son inevitables para quien vive en sociedad. Surgen en lugares insospechados, como por ejemplo el baño de una discoteca, las hay que jamás se manifiestan pero sabes que están ahí, mientras que otras se quedan para toda la vida (todo depende de la atención que les dediques).
Igual que Michel Foucault dice que la orientación sexual es un invento reciente de las sociedades industrializadas, Helen Fisher (¡oh, no! ¡otra vez tú!) dice que la amistad concebida como la familia elegida también es producto de la modernidad.
La industrialización trajo consigo el éxodo rural: la peña se mudó del campo a la ciudad en busca de un buen curro en el que echar tropecientas horas, dejando atrás sus raíces. Que hubiera tanta gente lejos de la famiglia condujo inevitablemente a un bum de solterxs viviendo solxs. Ojo, no es que ahora haya más peña sin pareja que antes (alrededor del 40% de lxs norteamericanxs están free, single & ready to mingle cuando en 1900 el promedio estaba en el 46%). La diferencia es que, si te quedabas soltera entonces, vivías con la parentela, mientras que ahora vivimos solas :’)
“Esto no tiene antecedentes”, asegura la Helen, y dice más: “dicho hábito contemporáneo está generando un fenómeno que podría considerarse como una forma de vida de familia realmente moderna: la asociación”, ¿locualo? ¡Las amigaaaaas!
De hecho, la combinación de ese fenómeno de asociación (las amigas) con el de las fuerzas productivas y destructivas del capitalismo (la prole) han llevado a que técnicamente ya no vivamos solas: vivimos juntas porque estamos solteras y porque somos precarias (como diría Soyunapringada: ¡por las precarias, por las disidentes, por las no binarias!).
Esta semana D., con quien últimamente he forjado un precioso vínculo en torno al amor, el duelo y la escalada (un cóctel bastante ecléctico que encuentra su máxima expresión en un chat de grupo junto con M., convenientemente bautizado: Pegues y apegos), me escribió de repente a media tarde: “Puede ser lo peor de buscar pareja el hecho de que es algo que no depende lo más mínimo de unx mismx?”.
D. hablaba del classic concepto de enamoramiento. Históricamente, el amor se ha entendido como un acontecimiento al que una sucumbe de manera irremediable (de ahí las expresiones to fall in love o tomber amoureuse).
Pero según el filósofo Slavoj Žižek, en la cultura consumista nadie quiere sufrir esa caída fatal for no reason. No, si antes podemos definir nosotras mismas los criterios que nos lleven a ese estado. Enamorarse pasa de ser un fenómeno inexplicable a convertirse en una elección racional.
Porque se trata de elegir. “La posibilidad de elección constituye el hito cultural que define la modernidad”, dice Eva Illouz (ya siento tener que citar a una negacionista del genocidio en Gaza. Vaya por delante que en esto ha demostrado ser una petarda y yo 100pre con Judith).
Recapitulando, vivir solas, las amigas y la soberanía de elegir son los tres grandes hits de la modernidad (habrá más seguro. Pero, ¿a quién le importa?).
La capacidad de ejercer el poder de elección es lo que define al yo moderno, es lo que construye al individuo en la sociedad individualista. Elijo, ergo sum (jeje): en identidad de género, orientación sexual, política, carrera profesional, plataforma de streaming, app de citas favorita y, por supuesto, en el amor.
Así que el amor clásico no, pero creo que el amor moderno sí depende en buena parte de una misma, y constituye de hecho el paradigma del imperio de la elección: al fin y al cabo, se trata de nada más y nada menos que elegir a UNA persona de entre todas las del mundo para el acto más generoso de todos: amar (obviamente este razonamiento parte de una base no poliamorosa, porque no me apetece meterme ahora en ese jardín).
A diferencia de la compra de una casa, proceso regido por la cognición racional, había consenso en que buscar pareja es un proceso regulado por las emociones. Es lo que Illouz (ugh) denomina la evaluación intuitiva.
Lo cierto es que, en la práctica y en la actualidad, somos mucho más emocionales de lo que queremos reconocer dentro del mercado inmobiliario y mucho más racionales a la hora de buscar el amor. Liv Strömquist lo ilustra de miedo en esta viñeta de No siento nada:
Ahora, más que nunca, buscar pareja se parece bastante a buscar piso (y no solo porque en ambos casos esté la cosa imposible). Y, ¿sabes qué más se parece a buscar piso? Quedar con una famosa.
De eso va mi nuevo relato para Madrid Secreto, que acaba de salir del horno cual bollo (jeje): ¿En qué se parece hacer match con una famosa a buscar piso en Madrid?
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Nos vemos muy pronto con mejores fracasos, pero no más (porque es imposible).