Querida amiga:
Mientras la Iglesia prolonga su ya desesperante agonía en Occidente; los mortales, al fin liberados y huérfanos de credo, procuramos nuevas doctrinas a las que poder someternos: tu psicóloga, el tarot o el box de crossfit de la esquina.
Aunque moderadamente escéptica, he que reconocer que, como buena parte de la población española, una arrastra cierta inclinación por ritos y tradiciones heredada de una infancia marcada por el catolicismo. Pero de ahí a encomendarme a un ritual andino en el Cerro de Valdemartín hay un trecho.
C. acababa de volver de un “viaje iniciático” por los Andes, o lo que es lo mismo, de soportar el sonido de una zampoña procurando que no le diera un chungo por mal de altura montada en una llama. Una experiencia religiosa, que diría Enrique Iglesias, en parte gracias a Viaje a Ixtlan, un libro que le había prestado para acompañar sus aventuras (gracias, P.), y que ahora me quería devolver junto con un ritual que había aprendido en su peregrinaje por la cordillera, en señal de agradecimiento.
Iba a ser algo sencillito, decía C.; apenas necesitábamos estar a una hora concreta en un lugar verde. Yo solo esperaba que eso no significara sentarnos a quemar incienso en poncho en un quiosco del Retiro.
Me temo que no puedo desvelar nada de la ceremonia (moderadamente escéptica, sí, pero una respeta y guarda protocolos movida por una suerte de sentido común espiritual). Solo desvelaré que una parte de la misma consistía en pedir dos deseos.
Confieso que en en el momento de pedir no valoré la importancia de ser muy específica para evitar que el tema se volviera contra mí, pese a que eso es precisamente lo que ocurre en Retrato de Dorian Gray, entre una larga lista de ejemplos en la historia de la literatura y el cine que decidí no tener en cuenta. La cuestión, decía, es que pedí dos deseos, en voz alta aunque temblorosa, confiando extrañamente en sea lo que sea que fuera a recibir el recado.
El primero fue poder encontrarme con ella o que desapareciera de mí para siempre. Lo hice ante la incapacidad de pedir solo lo segundo, todavía presa de lo primero. Al día siguiente a la misma hora, después de tres meses sin vernos, me la encontré. Y no sé si fue por la sorpresa o por la eficacia en la ejecución de lo deseado, pero casi me da un parraque.
No tengo ni idea de lo que significó aquello. Tal vez debí de haber sido más precisa a la hora de encomendarme a la suerte. En cuanto al segundo, pedí que a esta newsletter le pasaran cosas buenas (ya que a mí no tanto). Por eso me llena de odgullo y satisfacción contarte la buena nueva: desde hoy, Too Match tiene nueva sección también en Madrid Secreto (¡Aleluya! ¡Horror!):
Además, esta semana Too Match salió en Hoy por hoy, en Cadena SER. Gracias, I., por esa recomendación <3. Puedes escuchar el corte a partir de 1:20:05.
Todavía no sé bien a quién debería darle las gracias (o si es pronto para hacerlo). Como dice mi amiga I. (en base a un cuento chino): ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!